domingo, 13 de septiembre de 2009

Villazon sings Monteverdi

Siguiendo con Monteverdi, Rolando Villazón acompañado por Emmanuelle Haim y l L'concert d Astrée nos brinda una brillante interpretación de Combattimento di Tancredi e Clorinda. Villazón es el tenor del momento.

Comparto con ustedes la siguiente información:
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Una historia de amor y muerte


RETRATO DE ÉPOCA. Claudio Monteverdi. / LV

ANTONIO DÍAZ BAUTISTA

La vuelta al pasado de la estética renacentista no se limitó a los temas de la Historia y la Mitología grecorromanas. En el tronco clásico se injertó, como una nueva rama cristiana, la epopeya de las Cruzadas, quizás por un deseo inconsciente de los artistas de atemperar su escandaloso encantamiento hacia el mundo pagano. Las expediciones militares a Oriente Medio, entre 1095 y 1270, para liberar los Santos Lugares, en poder de los infieles, aunque en un principio consiguieron su propósito, concluyeron con fracaso. Pero los guerreros que lograban regresar, magnificaban sus gestas en aquellas lejanas tierras y alrededor de ellas se tejieron numerosas leyendas heroicas y caballerescas. Surgió así una nueva Mitología medieval, en la que desempeñaban las Cruzadas un papel semejante al que había jugado la guerra de Troya en el mundo clásico.

La Jerusalén libertada, poema en veinte cantos del italiano Torcuato Tasso (1544-1595), fue la más célebre exaltación literaria de las Cruzadas, y de ahí tomó Monteverdi el motivo y los textos para Il Combattimento di Tancredo e Clorinda, una deliciosa obra musical, a mitad de camino entre el madrigal y la ópera, estrenado en el Carnaval de Venecia el año 1624. Todavía en el siglo siguiente se utilizaron los temas del poema de Tasso en óperas tan señaladas como Rinaldo o Armida de Haendel, y, ya en el XIX, reaparecerá en el Tancredo de Rossini. La historia de Tancredo y Clorinda reúne los elementos tradicionales para alcanzar la máxima intensidad dramática: Eros y Thánatos, el Amor y la Muerte. Él es un guerrero cristiano enamorado de la bella musulmana Clorinda. Pero lo que bien podía haber sido el inicio de una alianza de civilizaciones, acaba trágicamente. La moza, que era de armas tomar, en el sentido más estricto de la expresión, entra en el combate cubierta con una férrea armadura y Tancredo la persigue, sin conocerla. Ambos jóvenes luchan fieramente y, cuando ya están exhaustos y ensangrentados, clava él su espada en el bello seno de la muchacha (spinge egli il ferro nel bel sen di punta). Al retirarle el yelmo, que cubre su rostro, descubre Tancredo horrorizado que ha dado muerte a su amada, pero a ella le da tiempo aún a perdonarlo y pedirle el bautismo. En sus últimas palabras languidecientes resuena, dice el poeta, «un no se qué débil y suave» (un non so che di flebile e soave).

El propio Monteverdi, que, desde hacía un año, era director de música en San Marcos de Venecia, nos refiere el estreno de Il Combattimento. Era una tarde de Carnaval en el Palacio de Mocenigo. Para animar la velada se interpretaban algunos madrigales amorosos y guerreros del Monteverdi. De pronto, se sorprenden los invitados al ver entrar en escena a tres personajes, dos de los cuales van cubiertos por armaduras: son Tancredo y Clorinda. El tercero es el Texto, y canta, a modo de introducción, los versos de Tasso. Después la pareja de combatientes representa, cantando, la dramática historia hasta el triste final. El público, nos dice el compositor, quedó muy complacido y también asombrado, porque nunca habían visto nada semejante. Como les había sucedido a los de Mantua, cinco años antes con L’Orfeo, aquellos próceres acababan de conocer un género nuevo, la Ópera. Mientras, el anochecer incendiaba las cúpulas de San Marcos, veladas por la húmeda bruma, una muchedumbre de máscaras multicolores abarrotaba las góndolas, y las antorchas se reflejaban en los canales.

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